En el andén del metro F. y N. se buscan las miradas. F. encuentra la mirada de nieve de ella, la atrapa y la encierra en un cofre bajo dos vueltas de llave. N. encuentra la mirada de fuego de él, la atrae y la encierra en una habitación oscura, tenuemente iluminada por el ojo de un ventanuco. Allí la somete a un arduo interrogatorio y, quemándose los párpados, recorre el historial de la visión de F. para descubrir dónde puso la llave.