1.071 – La nube

 Llegó la nube, pero nadie lo advirtió. Los aviones siguieron aterrizando, ningún vehículo se detuvo en medio de la carretera y ni un solo electrodoméstico cejó en sus rutinas. Los perros siguieron defecando educadamente en los jardines, y sus dueños siguieron recogiendo educadamente sus defecaciones en pequeñas bolsitas de plástico guardadas a tal efecto en el abrigo. Ningún servidor se colapsó, ninguna red se bloqueó, ningún mercado financiero se derrumbó. Las viudas siguieron comprando la barra de pan al precio habitual, los fumadores se reunieron a las puertas de las cafeterías con el gesto taciturno de siempre, las cuerdas de los violines perseveraron en su afinación. Ni una sola grieta nueva se abrió en los edificios, ni un solo suicida aludió al acontecimiento en sus notas de despedida. Ningún registro llamó la atención de sismógrafos, cosmonautas, poetas.
Al fin y al cabo, el apocalipsis cayó de lunes y nadie -que se sepa- hizo puente. Al día siguiente hubo que madrugar de nuevo.

Ismael Piñera Tarque
La voz de Asturias, El cuaderno. 24 de diciembre de 2011

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