967 – Hay solamente una

 Anoche vino otro fantasma y ella se puso a examinar sus huellas sutiles: pelusas de niebla, uñitas de alas de zancudo, cabellos minúsculos deshaciéndose en el aire, como pompones de diente de león. Ella descifró sus andares de osezno sobre la tenue pátina de polvo y descubrió los surcos de musgo que sus deditos de nieve dejaron en la superficie satinada de los álbumes. Pero no era su olor. No era su fantasma. Si hubiera sido él ella lo habría sabido, porque las madres siempre reconocen a sus hijos.

Fernando Iwasaki
Ajuar funerario.Ed Páginas de espuma. 2009

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