Quince veces hizo el mismo movimiento de manos, deshaciendo obstáculos, para llegar a él. Catorce súplicas sirvieron para acabar su resistencia, sobre un terreno abonado por trece caricias, que de puro insolentes, no pudieron pasar desapercibidas.
Fue entonces cuando doce mentiras salieron a relucir y once verdades fueron enterradas para justificar la situación.
Los diez mandamientos saltaron por los aires, justo en el momento en que nueve vergüenzas asomaron en el rostro de los amantes y ocho consejos espirituales se fueron al traste. Aparecieron los siete pecados capitales montando un gran alboroto, siempre demasiado tarde: seis intentos fueron los previos a los cinco espasmos y cuatro jadeos, mientras las tres virtudes teologales sobrepasaban volando.
Dos segundos duró el momento máximo. Un solo gemido.
Carmen Peire
Horizonte de sucesos, Ed. Cuadernos del vigía, 2011