3.417 – La hora postrera

    A., en el lecho, se percató de que la única solución aceptable era rezar. Con grandes esfuerzos mentales, acertó a decir: «‘Santa Gema y San Gabriel, amparadme!». Repitió la jaculatoria, que tantos sudores le había costado recordar, cien veces pues no recordaba bien si había que repetirla cien veces para ganar un día de indulgencia o bastaba con pronunciarla tan sólo una vez para ganar cien días de indulgencia. Por si acaso empleó el sistema más fatigoso… Resulta increíble la buena voluntad que es capaz de desarrollar una persona cuando cree que su última hora está cercana.

Alonso Ibarrola
No se puede decir impunemente ‘Te quiero’ en Venecia.Visión Libros. 2010
http://www.alonsoibarrola.com/

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