3.368 – California, 1800

    Ochocientos carromatos aguardaban ante la línea divisoria. Al otro lado se abría un vasto panorama de tierras vírgenes, ricas, fértiles y sin dueño. Quien llegara primero podría escoger la parcela que más le gustara. Bastaba con delimitar con estacas. Los caballos piafaban nerviosos, quizá contagiados por sus dueños. Resultaba un espectáculo grandioso y emocionante observar a los ochocientos carromatos, con sus lonas blancas, cargadas de gente y utensilios, aguardando la señal de salida… Un señor de chistera, blandiendo una bandera blanca en su mano derecha, se subió a duras penas a un barril y explicó a voz en grito que daría la salida, contando «Un, dos, tres…». Se hizo un silencio impresionante en medio del desierto, castigado por el sol. ‘A la de una…», empezó a decir. Exactamente no se sabe cómo ocurrió, pero el hecho es que un carromato se puso en movimiento, y al instante le siguieron en loca carrera los setecientos noventa y nueve restantes, levantando una gran polvareda. Rabioso, indignado, enfurecido, el señor de la chistera, subido en el barril, solo, en medio del desierto, gritaba: «iNo vale, hay que volver a repetir…!».

Alonso Ibarrola
No se puede decir impunemente ‘Te quiero’ en Venecia.Visión Libros. 2010
http://www.alonsoibarrola.com/

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