3.342 – Una tragedia

    PLANTEAMIENTO
Antes de firmar el contrato de alquiler, el propietario informó a Sancho de que en el piso vivía un fantasma.
—Es un poco travieso, pero no es malo —aclaró, para tranquilizarlo.
Sancho estampó su firma riendo para sus adentros, sin entender cómo un señor tan serio podía creer en esas tonterías.
NUDO
Dejó de reír al poco de instalarse, cuando empezaron a ocurrir cosas raras. Las luces tenían voluntad propia. Los objetos cambiaban de sitio en cuanto uno se daba la vuelta. Las puertas se abrían y se cerraban sin que nadie las tocara. Y para colmo, una mañana al despertarse Sancho vio horrorizado cómo sus zapatillas salían andando solas de la habitación. Incapaz de soportar la situación por más tiempo, decidió cambiarse de casa.
Esa misma noche, en la cama, le sucedió algo asombroso. Sintió que se pegaba a su piel una piel invisible, más suave y más fragante que la de sus amores más memorables. Dulcemente asaltado por aquel cuerpo de éter, envuelto en sus caricias sin carne, se abandonó a unos espasmos eléctricos, abismales, mucho más intensos que cualquier placer que hubiera experimentado hasta entonces. Así descubrió dos cosas: que el fantasma era mujer y que ya no quería mudarse.
DESENLACE
Han pasado cinco años. Cinco años de una felicidad perfecta, que recientemente el propietario ha puesto en peligro con un anuncio fatídico: el contrato de alquiler vence en un mes y no piensa renovarlo.
—Quiero dejarle el piso a mi hijo, que ya tiene edad para independizarse —ha dicho, sin presentir el verdadero peso de sus palabras.
Sancho lleva tres semanas siguiendo al hijo del propietario. Sabe a qué hora sale de casa por la mañana, qué ruta sigue, dónde trabaja.
Sabe también que por las tardes se desvía un poco de su camino para pasar por el parque del Retiro, a esas horas ya casi desierto y sumido en la penumbra.

Rubén Abella
Antología del microrelato español (1906-2011). Ed. Catedra.2012

Deja un comentario