2.871 – El ardor

Ruben-Abella-copia  Nicolás hundió los labios en el cuello de Dulce María y, empujándola hacia un rincón del portal, intentó otra vez tocarle los pechos.
-¡Basta! -exclamó ella, apartándolo.
-¿Qué pasa? ¿Es que no me quieres?
-Claro que te quiero. Lo que pasa es que aquí puede vernos cualquiera.
-Pues vámonos a otro sitio
-No tenemos otro sitio.
-Hay una pensión aquí cerca.
-Ya te he dicho que de pensiones, nada. Y menos para nuestra primera vez. Eso es de pelanduscas. Además, yo no sé qué prisa te ha entrado.
-Vale, vale -dijo Nicolás, abrazándola.
Luego pensó: «No es justo». Y lo intentó de nuevo.

Rubén Abella
Los ojos de los peces. Ed. Menoscuarto, 2010

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