2.843 – El cuarto de los juegos

raul ariza escritor 01  Le he dicho que me muerda. Joder. Qué parte de la frase no ha entendido, doctor.
Hacía calor en aquella habitación de ventanas cerradas, cortinas tupidas y mobiliario indispensable. Una cama de dos cuerpos, un par de mesillas compradas en Ikea, algún que otro libro, armarios lacados en blanco y fotografías de una familia sonriente.
El joven de bata blanca no quiso entrar en batallas estériles. A esas horas de la noche, el servicio de urgencias de un hospital tiene la capacidad de destrozarte los nervios, a poco que intentes comprender las manías de la gente. Así que hizo como si no oyese al paciente y siguió a lo suyo.
No me ha oído, le insistió aquel, nervioso. Que me muerda. Joder.
El joven médico, con un gesto que aparentaba resignación, acercó su boca al cuerpo de aquel hombre. Lentamente se acercó a su yugular y, con simulado recato, mordió lujuriosamente el cuello de Oriol, tratando, eso sí, de no dejarle marca alguna.
Ambos sonrieron medio avergonzados. Hubo después un gemido intenso, babas y lametones, toqueteos acelerados y un final un tanto violento.
Me lo he pasado fenomenal, Marcos, le dijo al joven mientras este se acababa de vestir y buscaba en la mesilla de noche el billete de costumbre. Cuándo quieres que vuelva, preguntó ahora el joven. El viernes mi mujer vuelve a irse con los críos al pueblo. Te parece bien a eso de las diez, después de cenar, dijo Oriol desmadejado aún en la cama. Y se besaron en los labios.
Antes de que Marcos saliese de la habitación, Oriol, tendido desnudo y satisfecho, le dijo bromeando que para el viernes se acordara de venir con el disfraz de bombero.

Raúl Ariza
La suave piel de la anaconda. Ed Talentura. 2012

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