1.867 – El descanso eterno

jose_antonio_ayala  Había llevado una vida bastante penosa, precaria, de trabajos serviles, de desgracias familiares. En su lecho de muerte su rostro reflejaba todas estas amarguras y, sobre todo, un infinito cansancio. Dejó dicho que en su tumba grabaran el siguiente epitafio: «Por favor, no me resuciten».

Jose Antonio Ayala
Chispas. Editora Regional. Murcia.2005

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