3.536 – El galán

  Por su cumpleaños, su mujer le regaló un galán, ese mueble siniestro que habita en el rincón de los dormitorios reproduciendo lo que más detestamos de nosotros mismos. El hombre ponía cada noche la chaqueta sobre los hombros del artefacto y colgaba cuidadosamente los pantalones de la cintura artificial creada a tal efecto (también la corbata tenía su lugar, incluso había un pequeño recipiente para el cinturón y los gemelos). Después se metía en la cama y mientras su mujer dormía, él contemplaba la silueta oscura de sí mismo colocada como un buitre a los pies de la cama.
—No quiero ver más ese trasto –le dijo a su esposa–. Está esperando que me duerma para saltar sobre mí. Regálaselo a tu hermano. O a tu padre.
—Pero, hombre, si es muy práctico.
—No quiero cosas prácticas. Todo lo práctico acaba matándome.
La mujer retiró el galán, pero lo escondió en el trastero en lugar de regalárselo a nadie de su familia, por si su marido cambiaba de opinión.
El hombre volvió a colgar la chaqueta y los pantalones en el interior del armario, pero ya no pudo desprenderse del malestar que le había producido la utilización del galán y cada vez que veía las perchas con sus camisas y sus trajes verticalmente ordenados en aquella tiniebla de ataúd, tenía la impresión de contemplar diferentes versiones de sí mismo; ninguna, por cierto, verdadera. Nadie, hasta el momento, le había representado como el galán, que ahora estaría en casa de su cuñado o de su suegro, ocupando un dormitorio que no le pertenecía.
Un día pasó cerca del cuarto trastero y le pareció que alguien le llamaba. Abrió la puerta y vio el galán desnudo, aterido de frío. Lo llevó al dormitorio y lo vistió con su mejor traje de franela, el de las recepciones y los cócteles. Después se metió en la cama, se durmió, y al poco, en efecto, el galán saltó sobre él, comiéndoselo entero, con pijama y todo. Su mujer todavía no lo ha echado en falta porque el galán la llena de atenciones.

Juan José Millás
‘Más por menos’Sial Ediciones.2011