3.519 – El timo de la lotería

    Vivía muy cerca de la glorieta de Atocha y tenía por costumbre, desde que la jubilaron, dar una vuelta por la misma, para ver tranquilamente el trajín de la gente, de los coches. Aquel domingo tórrido de julio no lo olvidará jamás. Se disponía a abandonar la glorieta, camino de su casa, cuando de repente un individuo, mejor dicho, un señor, porque iba muy bien trajeado, la abordó. Creo que resulta innecesario contar los pormenores de su charla, porque desgraciadamente en la prensa suelen contar casos como éste. El señor en cuestión salía por la tarde camino de Caracas, en avión, y tenía en la mano un décimo de lotería. Al parecer le habían correspondido tres millones de pesetas. Le urgía cobrar el dinero en efectivo y todas las administraciones de lotería, así como los bancos, estaban cerrados dado que era domingo. Estaba dispuesto a entregar el décimo a una persona que por lo menos le pudiera dar la mitad del premio, tras la oportuna verificación. La anciana escuchaba en silencio, pero los ojos le brillaban. Se avino a ir a una administración de lotería que exhibía en su escaparate los números premiados en la fecha indicada en el décimo. Era cierto, le habían correspondido tres millones. Se acercó un señor bien trajeado y pronto se metió en la conversación. Parecía decidido a hacerle el favor al viajero. Se pusieron de acuerdo los donantes. Cada uno aportaría medio millón, y al cobrar el décimo, se quedarían con dos por la gestión. Al viajero le pareció poco dinero, pero terminó accediendo. Se le notaba que tenía prisa y estaba nervioso. Fue a su casa la anciana, sacó un fajo de billetes del colchón y entregó su medio millón. El otro donante le entregó un cheque al portador. Al día siguiente, la anciana se dirigió con el décimo a la administración de loterías. En la puerta le esperaba el otro donante, como habían convenido. Cobraron el décimo más tarde en el banco y se repartieron los tres millones. Cuando la anciana contó lo sucedido a sus amigos y en la vecindad, fue duramente recriminada por su comportamiento abusivo e inmoral. La llamaron desde entonces «la Timadora».

Alonso Ibarrola
No se puede decir impunemente ‘Te quiero’ en Venecia.Visión Libros. 2010
http://www.alonsoibarrola.com/