3.194 – La soledad

felipe_benitez_reyes   Lo remata la cabeza de un caballo encrespado, con la crin revuelta y su relincho congelado en la plata.
Perteneció a mi abuelo. Lo tenía sobre la mesa de su despacho y con él abría los sobres con limpieza de maestro de esgrima: el papel sufría una herida invisible. Cuando hundía la hoja en el sobre, la cabeza de caballo parecía cabalgar como una figura de guiñol.
A la muerte de mi abuelo, el despacho lo ocupó mi padre. El abrecartas no lo utilizaba: una secretaria le presentaba cada mañana la correspondencia ordenada en una carpeta.
A la muerte de mi padre, no pude ocupar su despacho, pero me traje a casa el abrecartas. Yo quisiera utilizarlo tan hábilmente como mi abuelo. Cada día acaricio la cabeza de plata de la bestia.
Desde hace años espero alguna carta para ir practicando.

Felipe Benítez Reyes

3.062 – El vigilante

felipe_benitez_reyes  Que griten. Yo, como si fuese sordo. Que arañen sus elegantes forros de seda. A mí solo me pagan para que vigile esto, no para que cuide de ellos ni para que me quiten el sueño con sus gritos. ¿Que bebo demasiado? No sé qué harían ustedes en mi lugar. Aquí las noches son muy largas… Digo yo que deberían tener más cuidado de ellos, no traerlos aquí para que luego estén todo el tiempo gritando, como lobos, créanme. Ahora bien, que griten. Yo, como si fuese sordo. Pero si a alguno se le ocurre aparecer por aquí, lo desbarato y lo mando al infierno de una vez, para que le grite al demonio. Porque a mí que me dejen. Toda la noche, como les digo. Y tengo que beber para coger el sueño. Si no, ya me dirán. Si ellos están sufriendo, si están desesperados, que se aguanten un poco, ¿no? Nadie es feliz. Además, lo que les decía: tengan ustedes más cuidado. Porque luego me caen a mí, y ustedes no me pagan para eso, sino para cuidar los jardines y para ahuyentar a los gamberros, ¿no? ¿Qué culpa tengo yo de que los entierren vivos? Y, claro, ellos gritan.

Felipe Benítez Reyes
Mar de pirañas- Ed.Menoscuarto – 2012