1.518 – El rito

ismael pinera tarque La ley estableció que sólo a aquellos a quienes sonriera la fortuna de alcanzar la provecta edad de cien años les sería dable acceder a la cámara más íntima del palacio real, a fin de presentar sus respetos al monarca. Éste, contrariando los protocolos, los aguardaría de pie, a la puerta de la gran sala, y los guiará del brazo hasta la puerta de la gran sala, y los guiaría del brazo hasta su propio trono, invitándolos a sentarse en él, hecho al que los ancianos accederían no sin visibles muestras de perplejidad. Una vez así acomodados, el monarca se dirigiría a ellos con el título de majestad y les rendiría todos los honores imaginables. El anciano, en fin, aun sin comprender cómo ni por qué, se convertía durante un rato en el rey que había ansiado ver. En caso de hesitación el monarca estaba autorizado, incluso, a confirmárselo de palabra:
-Vos sois, mi señor, el rey de este palacio -le diría al atribulado visitante.
A continuación, la guardia real entraría en la sala y uno de los lugartenientes se acercaría al anciano y, tras prosternarse ante él, lo degollaría de un limpio mandoble.
A cada ocasión, el trono real sufría la violencia de la sangre. Era el propio monarca quien, humildemente arrodillado en el suelo, lo limpiaba con minuciosidad hasta hacer desaparecer la última mancha. Y luego se sentaba a esperar.

Ismael Piñera Tarque
La voz de Asturias, El cuaderno. 24 de diciembre de 2011

1.238 – Safari galáctico

 Muy de mañana, varios amigos y yo salimos de safari galáctico. Nos enfundamos los trajes espaciales, cargamos al máximo las reservas de oxígeno -teníamos para un mes completo, contando con cualquier posible incidente- y echamos al hombro varias cananas. El asteroide se encuentra en un punto privilegiado para estas lides: muy cerca de una zona de paso, una suerte de cañada hiperespacial por la que, cuando es temporada, suelen pasar largas manadas de toda suerte de especímenes.
La jornada no se nos dio mal. Mi compañero de cápsula -el que ocupa la litera superior- se cobró nada menos que siete piezas. Otro fulano, uno que acaba de llegar y al que todavía no le tenemos muy pillado el punto, demostró cierta habilidad para la ronda, pero luego se quedó corto en puntería. Yo no me quejo: me traje cuatro hermosos ejemplares colgados del cinto.
Lo malo es que luego nunca sabemos muy bien qué hacer con tanta alma errabunda. El fulano, el que acaba de llegar, aseguró que en su tierra las hacen a la parrilla -después de limpiarlas bien, claro está- y se dan un festín a base de recuerdos humanos y otras criadillas por el estilo. Pero a todos nos dio bastante grima y él, decepcionado, se perdió por una esquina de la estación con la única pieza que tenía (llevo un rato husmeando el ambiente, pero aún no he olido nada raro).
Yo tengo las mías aquí mismo, una encima de la otra. Hay un poco de todo, y un poco lo de siempre. La verdad, después de la excitación, el sudor y el-escalofrío característicos de una jornada de caza, siempre se queda uno algo melancólico, contemplando estos despojos tan tristones.
Supongo que acabaremos tirándolos por el túnel de vacío.

Ismael Piñera Tarque
La voz de Asturias, El cuaderno. 24 de diciembre de 2011

1.071 – La nube

 Llegó la nube, pero nadie lo advirtió. Los aviones siguieron aterrizando, ningún vehículo se detuvo en medio de la carretera y ni un solo electrodoméstico cejó en sus rutinas. Los perros siguieron defecando educadamente en los jardines, y sus dueños siguieron recogiendo educadamente sus defecaciones en pequeñas bolsitas de plástico guardadas a tal efecto en el abrigo. Ningún servidor se colapsó, ninguna red se bloqueó, ningún mercado financiero se derrumbó. Las viudas siguieron comprando la barra de pan al precio habitual, los fumadores se reunieron a las puertas de las cafeterías con el gesto taciturno de siempre, las cuerdas de los violines perseveraron en su afinación. Ni una sola grieta nueva se abrió en los edificios, ni un solo suicida aludió al acontecimiento en sus notas de despedida. Ningún registro llamó la atención de sismógrafos, cosmonautas, poetas.
Al fin y al cabo, el apocalipsis cayó de lunes y nadie -que se sepa- hizo puente. Al día siguiente hubo que madrugar de nuevo.

Ismael Piñera Tarque
La voz de Asturias, El cuaderno. 24 de diciembre de 2011

1.066 – Who’s afraid of Virginia Woolf

We could have a baby to keep us awake.The Long Winters, «Medicine cabinet pirate»

Lo más desconcertante del embarazo psicológico de mi mujer fue que, al cabo de nueve meses de vomitonas, náuseas, antojos múltiples y progresiva hinchazón de pechos y tripa, todo acabara bien.
Quiero decir que tuvo un parto psicológico perfecto, que dio a luz a un hermoso bebé psicológico que rondó los cuatro kilos y se parecía (psicológicamente hablando, claro está) a su abuelo materno.
Ayer fue su tercer cumpleaños. Estamos muy ilusionados porque el mes que viene empieza el colegio. Confiamos en que sus nuevos amiguitos aprendan a convivir con él como hemos hecho nosotros. Aunque no lo parezca (él nunca parece nada) es un crío muy sociable. Nos hace mucha compañía, la verdad. Tanto que ambos, mi mujer y yo, hemos dejado nuestros respectivos tratamientos.
En otras palabras, nuestro terapeuta tenía razón: los problemas objetivos suponen un potente ansiolítico natural contra la angustia metafísica. Vaya, que, como se suele decir, este niño vino al mundo con un pan (psicológico) bajo el brazo.
Igual este año vamos por la pareja.

Ismael Piñera Tarque
La voz de Asturias, El cuaderno. 24 de diciembre de 2011